Autor: Carlos Bocanegra Baquero
Tras casi dos años de pandemia Covid-19, desde comienzos del año 2020, hasta la fecha, podríamos realizar una serie de reflexiones, y sacar algunas conclusiones, sobre la evolución de las Bolsas y los mercados financieros, durante este periodo temporal, que posiblemente será objeto de estudio y análisis durante los próximos años, por la singularidad de los acontecimientos, que reflejan el comportamiento de los inversores.
El año 2020 se presentaba, a priori, favorable para los mercados financieros, con una economía global en crecimiento, un entorno favorable de bajos tipos de interés y estímulos de apoyo por parte de los Bancos Centrales, lo que junto al crecimiento de los resultados empresariales, hacían prever un buen año para las Bolsas y los mercados financieros.
Sin embargo, a finales del mes de febrero, surgió una estampida en los mercados internacionales, de dimensiones y consecuencias desconocidas hasta la fecha, a raíz de la aparición del virus Covid-19, algo que ya veníamos vigilando desde mediados de ese mismo mes, pero no esperábamos que desencadenara una pandemia mundial, ni tuviese un impacto tan brutal en todos los sectores de la sociedad y la economía, y por supuesto, en la salud de millones de personas.
A raíz de aquel escenario tan repentino, el pánico se desató en los mercados financieros, y se disparó la volatilidad hasta niveles no vistos desde la crisis financiera y de crédito de 2008, provocando fuertes caídas en las cotizaciones de los principales valores cotizados, en muy pocas semanas. En algunos casos, las caídas fueron superiores al 50 por ciento de su valoración pre-Covid, y también los principales índices bursátiles mundiales sufrieron caídas en sus valoraciones superiores al 30 por ciento, algunos incluso cercanos al 40 por ciento, como el Ibex 35, en apenas un mes, entre finales de febrero y marzo, marcando así una de las correcciones más rápidas e intensas que se recuerdan en las Bolsas, con pérdidas de un tercio de su valor.
Hubo una importante sobrerreacción a las noticias negativas de aquel momento, que fue vista, por otra parte, como una oportunidad por algunos inversores con mayor tolerancia al riesgo, y que fueron capaces de dejar a un lado las emociones, siguiendo criterios de tipo racional, técnico y fundamental en la selección de las inversiones. Este sesgo más “racional”, permitió a aquellos inversores tolerantes al riesgo aprovechar la vuelta en “V” del mercado, e incluso, tras una segunda oportunidad, a comienzos de noviembre del mismo año, con el anuncio de las vacunas obtenidas en un tiempo récord por los principales laboratorios farmacéuticos, para frenar la pandemia Covid-19, muchos valores comenzaron un proceso de fuerte recuperación en las cotizaciones, con subidas desde mínimos superiores al 100%, en los meses posteriores al estallido de la pandemia.
Tras el cierre de muchos sectores económicos “no esenciales”, y el periodo de confinamiento determinado por las autoridades sanitarias, y los principales gobiernos de los países desarrollados, hubo un colapso de la demanda en multitud de bienes y servicios, materias primas, etc. que fue descontando hasta el límite por los mercados financieros (los analistas financieros sabemos que, normalmente, las Bolsas son una “máquina de descontar expectativas”) llegando incluso a la paradoja de cotizar el futuro del petróleo en niveles de precio 0, e incluso negativo en algún momento, es decir, suponía que “le pagaban a los inversores por llevarse el petróleo, ante el exceso de inventarios y la ausencia de demanda”, creando una total anomalía en los mercados financieros, que tuvo consecuencias relevantes en los ETFs (fondos cotizados), CFDs (contratos por diferencias), futuros y demás productos de inversión, vinculados a la evolución del precio del activo subyacente, es decir, el barril tipo Brent o West Texas, y que fue también corregida al poco tiempo, tras marcar otra vuelta en “V” entre abril y mayo.
Se inició, en aquel momento, una nueva tendencia alcista que continua hasta la fecha, hasta alcanzar de nuevo el petróleo su precio máximo en ocho años (máximos desde 2014), en 90 usd/barril Brent, en enero de 2022, descontando de nuevo un escenario de optimismo y recuperación económica, e incluso algunas previsiones, sitúan de nuevo el precio en 100 usd/barril, lo que ha provocado igualmente un fuerte incremento de los precios energéticos y de la electricidad, entre otros costes de producción.
De nuevo, en este caso, los mercados financieros han vuelto a reflejar las perspectivas y sesgos emocionales de los inversores, primero cotizando un escenario muy “pesimista”, de colapso total, con precio del activo cercano a 0, y posteriormente, un escenario muy “optimista”, de fuerte recuperación de la demanda, en un sorprendente intervalo temporal inferior a dos años.
En aquellos momentos de pánico y máxima incertidumbre, es decir, máxima volatilidad, con el índice VIX de volatilidad cotizando cerca de 80 puntos, en marzo de 2020, hubo principalmente dos tipos de inversores en los mercados financieros, los que decidieron liquidar sus posiciones, al precio que fuese, activando “stop-loss” para evitar mayores pérdidas, por las caídas ocasionadas por la pandemia, debido a su menor tolerancia al riesgo, o incluso, menor conocimiento de los mercados financieros, y los que, por otra parte, vieron una gran oportunidad de cotizaciones a “precios de saldo”, muy por debajo de sus valoraciones intrínsecas o fundamentales, y que decidieron comprar acciones de las principales compañías cotizadas, o participaciones en fondos de inversión, que cotizaban en esos momentos con descuentos muy importantes.
Esta diferencia radical de comportamiento por parte de los inversores es objeto de estudio por parte de la neuroeconomía, es decir, la toma de decisiones humanas, aplicadas a la conducta económica, y en este caso, en lo relativo al estudio del comportamiento de los inversores ante determinados escenarios bursátiles. En este segundo grupo, los que vieron la oportunidad, también se encontraban algunos inversores que tenían delegada la gestión de sus carteras a equipos profesionales, lo que permitió reducir el nivel de volatilidad de las carteras, e incorporar también activos y compañías de calidad, a precios atractivos, siguiendo criterios técnicos y fundamentales, con resultados favorables, como suele ser habitual, cuando se invierte con un buen equipo de gestión, y un horizonte temporal de medio y largo plazo, evitando el “ruido” y las turbulencias del corto plazo.
Tras esa fase más volátil del mercado, vino toda una batería de medidas excepcionales de apoyo y estímulos a la economía por parte de los gobiernos y los principales Bancos Centrales, cuyas consecuencias (positivas, y negativas), están saliendo a la luz, y por tanto, es posible sacar también algunas conclusiones interesantes. Por una parte, los déficits públicos y niveles de endeudamiento de las principales economías desarrolladas se han disparado hasta niveles insospechados (España, por ejemplo, registró un déficit público del 7,3% del PIB, y un nivel de deuda pública del 122,8% sobre el PIB en 2T21, según los datos publicados por Eurostat, manteniéndose entre los más elevados de Europa, además de sufrir un descenso en los niveles de productividad de la economía española) que tendrán que ser sufragados por las próximas generaciones, a pesar de los fondos europeos de recuperación “Next Generation EU”, precisamente, para tratar de recuperar la economía de las profundas cicatrices sufridas en la Unión Europea a raíz de la pandemia Covid-19.
En Estados Unidos, por su parte, los programas de estímulo monetario e inyecciones de liquidez puestos en marcha por la Reserva Federal (Fed) y los estímulos fiscales con programas de inversiones multimillonarias por parte del Gobierno Federal, han permitido impulsar de nuevo la creación de empleo, hasta niveles pre-Covid, aunque ello ha provocado que la inflación subiera a finales de 2021 hasta el 7%, en aquel país, la mayor tasa de inflación en cuatro décadas, y también hemos conocido niveles de inflación en torno al 5% en la zona euro, la cifra más alta en la serie histórica de Eurostat, que arranca en 1997, unos niveles no vistos en Europa en varias décadas.
Todo ello, invita a reflexionar, y quizás a aprender para el futuro, que si los cierres de los principales sectores productivos hubieran sido más selectivos, durante el comienzo de la pandemia, los daños económicos hubieran sido mucho menores, y no hubiese sido necesaria una batería de medidas de estímulo tan gigantesca y multimillonaria como la que se puso en marcha durante la pandemia, para potenciar la recuperación económica, pero que finalmente ha disparado el déficit y la deuda pública, además de la inflación.
En este sentido, cabe destacar la bajada de impuestos anunciada por países europeos tan relevantes como Alemania e Italia, o por comunidades autónomas españolas como Madrid y Andalucía, para incentivar la inversión productiva y el gasto de los contribuyentes, la recuperación económica y la creación de empleo, para tratar de dejar atrás la crisis Covid-19, lo antes posible, como ya está sucediendo.
En los últimos tiempos, se ha producido un giro en las perspectivas de la política monetaria, desde unos niveles muy expansivos durante la pandemia, hasta los recientes mensajes por parte del presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell, advirtiendo sobre próximas subidas de tipos de interés, la primera está prevista el próximo mes de marzo, y los mensajes sobre la próxima reducción del balance de la Fed, para enfriar la economía y frenar la espiral inflacionista, lo que también ha tenido consecuencias en las Bolsas internacionales, con el Nasdaq Composite de valores tecnológicos bajando más de un 15 por ciento desde su máximo histórico en 16.200 puntos, marcado el pasado mes de noviembre, y por tanto, entrando técnicamente en fase de corrección. En principio, se prevén, al menos, cuatro subidas de tipos en Estados Unidos durante 2022, y posteriormente, a medio plazo, es previsible que comience la subida de tipos en Europa, donde la presidenta del Banco Central Europeo (BCE), Christine Lagarde, también ha lanzado un mensaje para luchar contra la inflación y trabajar por la estabilidad de los precios en la zona euro, que, en definitiva, es el objetivo de su mandato, y también, algo muy valorado para mantener el poder adquisitivo de los ciudadanos.
Ello ha provocado que el bono alemán a 10 años se haya situado, por primera vez en casi tres años, en el umbral de las rentabilidades positivas, desde niveles de -0,30% que cotizaba en diciembre, e igualmente, la rentabilidad del bono americano a 10 años ha subido por encima de 1,80%, abriendo un nuevo escenario en el mercado de Renta Fija para los inversores, y también para el sector bancario y asegurador, que se verá beneficiado con la normalización de la política monetaria. También se está advirtiendo por parte del BCE sobre una posible burbuja en algunos segmentos del mercado inmobiliario europeo, como la vivienda residencial, que habrá que vigilar de cerca.
A comienzos del año 2022, estamos viendo como las perspectivas económicas de crecimiento global son favorables, con la idea de dejar atrás la variante Ómicron del Covid-19, y completar la vacunación de la mayoría de la población, lo que puede significar un escenario más favorable para las Bolsas y los mercados financieros, una vez se consigan superar los cuellos de botella en las cadenas de producción a nivel global, y si se produce una subida muy gradual de los tipos de interés por parte de los Bancos Centrales, es decir, una normalización de la política monetaria, tras las turbulencias y ajustes de valoraciones, que se puedan producir a corto plazo.
El Ibex 35 español, que acaba de cumplir su 30 aniversario, también presenta perspectivas favorables, para volver a cotizar por encima de los 10.000 puntos, apoyado por la aceleración del crecimiento económico, tras crecer el PIB español un 5% en 2021. No obstante, el horizonte se presenta con posibles turbulencias y mayor volatilidad esperada para las Bolsas y los bonos, por lo que habrá que mantener la calma, y aprovechar las oportunidades que se presenten en el camino, al igual que ha sucedido en ocasiones anteriores. Del comportamiento de los inversores, su paciencia, y la estrategia implementada, dependerá el resultado obtenido.
Carlos Bocanegra Baquero es Director de Renta 4 Banco en Granada, entidad financiera de servicios de inversión donde comenzó su carrera profesional en 2001, y es miembro de la Junta Directiva en la Delegación IEAF Andalucía. Es Licenciado en ADE por UGR, Economista, Gestor Patrimonial por FEF-IEAF, y miembro de EFPA desde hace más de una década. Es especialista en Análisis Técnico y Cuantitativo por IEB, y ha realizado programas formativos en mercados financieros en The London School of Economics (UK), The Wharton School (USA) y The Chinese University of Hong Kong.