Autora: Cristina Diezma
La publicación del tan esperado informe Draghi, donde el ex presidente del BCE y primer ministro italiano, entre otros cargos notables, lanza una advertencia a Europa y propone medidas para recuperar la competitividad del continente, sigue dominando la mayoría de los foros y debates semanas después de su presentación. Y espero que así continúe, porque ahora, más que nunca, es crucial que reflexionemos sobre nuestro futuro y tomemos acción decidida.
Draghi nos ofrece una hoja de ruta clara: Europa debe actuar con rapidez si no quiere quedar rezagada frente a Estados Unidos y China y ser irrelevante en el nuevo orden mundial que se está configurando. Para ello, deberíamos centrarnos en hacer valer nuestra unión y construir un verdadero mercado único, justamente lo que muchos políticos no quieren ni oír hablar. Las propuestas que hace son necesarias, pero también implican enormes desafíos, sobre todo en los ámbitos político y financiero.
El espacio Schengen permite a más de 400 millones de personas viajar libremente por 27 países miembros de la Unión Europea y asociados (de momento), nuestra cuenta de Spotify nos servirá allá donde vayamos, pero no le pidas a un banco finlandés que te dé una hipoteca para comprar una vivienda en España. Por no hablar de que el mero hecho de querer abrir una cuenta bancaria en otro país comunitario es un dolor de cabeza, lo que delata que, en términos financieros, a la Unión Europea aún le queda mucho recorrido. Y, precisamente, es sobre el sector financiero sobre el que se asienta la consecución del Plan Draghi por el volumen de recursos necesarios para ponerlo en marcha, lo que hace que, al menos a mí, se me enciendan las alarmas…
En un contexto marcado por una geopolítica agitada, con conflictos bélicos en diferentes regiones del mundo, y una incertidumbre económica que oscila entre escenarios de aterrizaje «suave» o «forzoso», nos enfrentamos a una inflación acumulada que ha afectado gravemente nuestros bolsillos y que aún no está bajo control. Europa también sufre serios problemas socioeconómicos, como la crisis de acceso a la vivienda, mientras lidia con la disrupción tecnológica provocada por la inteligencia artificial, cuyas implicaciones aún no alcanzamos a comprender del todo, a pesar de haber apresurado su regulación. A esto se suma la transformación sin precedentes del sector energético, niveles descomunales de deuda en los países occidentales, déficits que no logran encarrilarse, y un clima político europeo cada vez más crispado, con una ciudadanía que clama por cambios profundos. En este contexto, las últimas elecciones mostraron a algunos grupos políticos europeos abogando por devolver más soberanía a los Estados miembros, en claro contraste con la visión marcadamente europeísta y de «más Europa» que Draghi defiende en su informe. Por todo lo anterior, y más, como joven europea recibo el informe de Draghi con una mezcla de esperanza, preocupación y un fuerte sentido de urgencia.
Y es que el plan de Draghi busca enfrentar la pérdida de competitividad de la Unión Europea y fomentar el crecimiento de la región a través de cinco grandes objetivos. El primero de ellos es aumentar la competitividad y la productividad, dado que los datos confirman que la UE se ha quedado atrás frente a Estados Unidos y China. La brecha entre el PIB de Estados Unidos y el de Europa ha pasado del 15% en 2002 al 30% en 2023. Además, la productividad europea, que en su momento llegó a alcanzar el 95% de la productividad estadounidense, ha caído al 80%. Si no se actúa, Europa seguirá perdiendo terreno en sectores estratégicos como el tecnológico, donde solo cuatro empresas europeas están entre las 50 más importantes del mundo. Este claro retraso frente a Estados Unidos y China amenaza tanto las oportunidades laborales como el bienestar de nuestra generación.
El plan también propone fomentar la innovación tecnológica, eliminando barreras regulatorias que actualmente dificultan el desarrollo y la implementación de nuevas tecnologías. A esto se suma la transición hacia una economía más verde, con un ambicioso plan de descarbonización que incentive la inversión en tecnologías limpias. Además, se destaca la necesidad de reducir la dependencia europea de suministros estratégicos, como materias primas esenciales (por ejemplo, para la transición energética) y semiconductores, un desafío que se ha intensificado con la creciente tensión geopolítica, la toma de medidas proteccionistas por países como EE.UU. y China que se está convirtiendo en tendencia con la paulatina desglobalización y los intentos de China por controlar las cadenas de suministro globales. Por último, el plan contempla el fortalecimiento de la seguridad y defensa europeas, aumentando las inversiones en el sector de defensa, con el argumento de que Europa debe asegurar su autonomía en sectores clave como la defensa y la energía a través de inversiones conjuntas.
En definitiva, Draghi defiende la necesidad de una nueva política industrial en Europa. Para ello, propone una inversión adicional de 800.000 millones de euros anuales, comparable únicamente con los 750.000 millones de euros del Mecanismo de Recuperación y Resiliencia lanzado en respuesta a la pandemia. Esto implicaría aumentar la tasa de inversión en un 5% del PIB de la UE, niveles que no se alcanzan desde los años 60 y 70, cuando se estaba construyendo la Unión. Para ponerlo en perspectiva, las cifras del Plan Marshall, promovido por Estados Unidos para reconstruir Europa tras la Segunda Guerra Mundial, representaron entre el 1% y el 2% del PIB de los países receptores. Según el informe, esta inversión es fundamental para que Europa recupere su competitividad, financie su modelo social y mantenga su independencia en la escena global. Sin embargo, cabe preguntarse si realmente deberíamos lanzarnos a «invertir por invertir» cuando aún existen muchos frentes que atender y que, para invertir eficazmente, primero deberíamos preparar y asentar el terreno. Tampoco podemos pasar por alto factores como que los mecanismos actuales de asignación de inversiones tanto de la UE como de los Estados miembros disten mucho de ser eficientes, y que no siempre la solución a los problemas es endeudarse más, ignorando las dificultades estructurales que ya enfrentamos. Pero, sigamos…
Este aumento en la inversión planteado por Draghi sería un desafío monumental tanto para los países miembros, que ya están muy endeudados, como para el sector financiero, ya que la financiación de este plan requeriría una estrecha colaboración entre el sector público y privado. Entre las posibles vías de financiación se encuentra la exigencia de mayores aportaciones de los Estados miembros al presupuesto comunitario, lo que inevitablemente obligaría a subir los impuestos (aún más) en estos países; la creación de nuevos tributos europeos, lo que derivaría en la necesidad de una «Hacienda Europea»; o la emisión de deuda mancomunada para financiar proyectos conjuntos de inversión, similar a lo que se hizo con los fondos Next Generation EU. Sin embargo, esta última opción es especialmente polémica, ya que implicaría un compromiso financiero más profundo por parte de los Estados miembros. Algunos, como Alemania o los Países Bajos, podrían resistirse firmemente a la idea de compartir deudas a nivel europeo.
Por otro lado, Draghi subraya que Europa ha enfrentado un marcado déficit de inversión privada desde la Gran Crisis Financiera de 2008, especialmente en comparación con Estados Unidos. Un factor clave detrás de esta disparidad es la falta de capital a largo plazo en los mercados europeos, impulsada en parte por el subdesarrollo de los fondos de pensiones en muchos países de la Unión Europea. En 2022, los activos de pensiones en Europa representaban apenas el 32% del PIB, muy por debajo del 142% en Estados Unidos y el 100% en el Reino Unido. Además, los fondos de pensiones europeos están concentrados en un pequeño grupo de países (principalmente Países Bajos, Dinamarca y Suecia), dejando a otras naciones con sistemas de pensiones privados muy limitados o inexistentes.
Este panorama evidencia la urgente necesidad de completar la Unión de los Mercados de Capitales (CMU, por sus siglas en inglés), un proyecto que ha estado en marcha durante años, pero que sigue enfrentando obstáculos significativos. Entre las principales barreras destacan la falta de armonización regulatoria y fiscal entre los Estados miembros, así como la ausencia de una Unión Bancaria consolidada, que incluiría la creación de un Fondo de Garantía de Depósitos común. La CMU es esencial para desbloquear el capital necesario que permita financiar las inversiones propuestas por Draghi, pero su implementación requerirá decisiones políticas audaces, particularmente en lo que respecta a la cesión de soberanía por parte de los Estados miembro.
El plan también aboga por incentivar la inversión privada mediante la reducción de barreras administrativas y fiscales, así como a través de una mejor coordinación de las políticas industriales, comerciales y de competencia. La culminación de la Unión Bancaria y del Mercado de Capitales, junto con la reciente Estrategia de Inversión Minorista (RIS, por sus siglas en inglés) lanzada por la Comisión Europea en mayo de 2023, se presentan como pilares fundamentales para movilizar el capital privado necesario y aumentar la participación de los inversores minoristas en los mercados de capitales europeos.
No obstante, todo esto será difícil de lograr sin mejorar previamente la coherencia y coordinación de las políticas a nivel europeo. Una mayor integración de las regulaciones, la supervisión y las políticas industriales y comerciales posicionaría a Europa de manera más competitiva para atraer inversión y enfrentar los desafíos globales. Por no hablar de que las fusiones y adquisiciones transfronterizas realmente pasen de la teoría a la práctica, aunque de primeras estemos viendo que al canciller alemán Olaf Scholz no le ha hecho ninguna gracia el anuncio de la intención que tiene el banco italiano UniCredit de adquirir al alemán Commerzbank.
Conclusión: La juventud ante un futuro en juego
El informe de Draghi mete el dedo en la llaga y plantea que en la UE tomemos una serie de decisiones fundamentales que definirán nuestro futuro. Su plan es ambicioso, pero ciertamente realista teniendo en cuenta las debilidades estructurales que tiene la UE y el resultado de políticas que, hasta ahora, no han logrado mantenernos en la dirección correcta. La clave también estará en hacer de Europa un continente donde no se penalice el trabajo, el ahorro, la inversión y la asunción de riesgos, de forma que podamos aprovechar las oportunidades que tenemos para, por ejemplo, ser independientes energéticamente y favorecer que nuestras empresas crezcan al calor de las economías de escala que podríamos generar en la Unión.
Como ejemplo de una joven que está construyendo su vida, considero que debemos ser parte activa de este proceso mostrando un fuerte compromiso con nuestro futuro y exigiendo que las reformas necesarias se lleven a cabo de una vez por todas ya que, como dice el propio Draghi en su informe: “El crecimiento es importante porque está vinculado a nuestros valores fundamentales. Y si Europa ya no puede ofrecer este crecimiento a sus ciudadanos, perderá su razón de ser”.
Autora: Cristina Diezma. M&A Senior Analyst en Repsol & Presidenta del Club Argent – Jóvenes Talentos del Instituto Español de Analistas
Cristina es graduada en Economía y Finanzas por la Universidad Autónoma de Madrid. Su pasión por las finanzas la llevó a iniciar su carrera profesional a los 19 años mientras lo compaginaba con sus estudios. Ha adquirido experiencia en diversos sectores, incluyendo consultoría, banca de inversión y startups tecnológicas.
Además, Cristina ha impulsado numerosos proyectos paralelos, destacando la fundación de Argent, una asociación sin ánimo de lucro apoyada por la gestora de fondos Azvalor AM, que busca crear oportunidades para jóvenes interesados en la gestión de activos. También lidera el Club Argent para Jóvenes Talentos del Instituto Español de Analistas y forma parte de la red de jóvenes del Foro Económico Mundial donde, desde el hub de Madrid, lidera proyectos que persiguen mejorar los niveles de educación financiera de la sociedad.
Actualmente, es analista senior de M&A en Repsol, donde contribuye a la consecución de los objetivos de transición energética y descarbonización de la compañía.