La edad de jubilación en las reformas de pensiones

La edad de jubilación en las reformas de pensiones 1

La edad de jubilación en las reformas de pensiones 2Autor: Diego Valero

Estamos en un momento en el cual oímos hablar permanentemente de reformas al sistema de pensiones, tanto en España como en casi todos los países del mundo.

Las causas y las soluciones son diversas, pero seguramente, si hay un elemento común a todas ellas de capital importancia, no es otro que el aumento de la longevidad, que siendo una buena noticia en líneas generales, tiene un impacto relevante sobre los sistemas de pensiones. En este artículo vamos a hablar especialmente de la edad de retiro como elemento nuclear de todas las reformas que acontecen, y como para armonizar el aumento de la longevidad, las medidas que se toman tienen que ver fundamentalmente con el retraso en la edad de jubilación.

Es una tendencia mundial y especialmente europea aumentar la edad de jubilación de una forma progresiva. Esto se hace porque la gente cada vez vive más, la longevidad aumenta y cada vez vamos a estar más tiempo en la etapa de retiro, por lo tanto la financiación de las pensiones puede llegar a ser insuficiente para mantener los mismos niveles de pensiones durante mucho más tiempo. Una de las soluciones menos traumáticas para equilibrar los sistemas de pensiones es la de una edad de retiro aumentada de forma suave y progresiva, de manera que no perjudique o castigue directamente a alguna generación en concreto, sino que tiene un impacto gradual a lo largo del tiempo. España, por ejemplo, está en un proceso de aumento de la edad de retiro y en 2027 esa edad será de 67 años, de forma que está prácticamente al nivel de lo que se está haciendo en la mayor parte de los países de Europa.

Tengamos en cuenta que la edad de jubilación se estableció en 65 años nada menos que hace 140 años, cuando prácticamente nadie llegaba a esa edad. Desde entonces hasta hoy la esperanza de vida se ha duplicado. En España, cuando se inicia el sistema de seguridad social a finales de los años 70, solo el 10 % de la población tenía 65 o más años. Hoy es el doble. Con esta enorme expansión demográfica es razonable pensar que la edad de jubilación que se fijó hace tanto tiempo tiene que ser un concepto maleable y adaptable a la evolución de la sociedad y de su demografía.

Varios países ya han optado por una sistemática de cambio de la edad de jubilación basada en un mecanismo automático y está resultando muy exitoso: se trata de aumentar la edad de jubilación en proporción al aumento de la esperanza de vida de la población, de manera tal que si las generaciones venideras viven cada vez más, su edad de retiro se ajuste a esa ganancia de supervivencia de forma más o menos automática.

No olvidemos que la edad de retiro es un tema especialmente comprometido desde el punto de vista social, muy dado a interpretaciones sesgadas y extremistas. Estamos viendo ahora en Francia las protestas masivas por intentar elevar la edad mínima de retiro de 62 a 64 años. Si los Estados son capaces de establecer mecanismos de ajuste automáticos a la edad de jubilación, este conflicto social desaparecería, o se minimizaría.

Pero también es cierto que no se explica suficientemente bien ni el aumento de la longevidad ni la forma en la que se aplican los aumentos en la edad de retiro.

Por una parte, estos aumentos no son uniformes para todo el mundo, pues deben respetar las condiciones físicas, sociales y psicológicas derivadas de cada tipo de trabajo. Y por otra parte, la gradualidad en el tiempo, así que el impacto en generaciones próximas al retiro sea prácticamente inapreciable. Sí, por ejemplo, en España planteáramos a personas de 30 o 35 años que se van a retirar en lugar de los 67, a los 69 años, el impacto para ellos seguramente sería mínimo. Y podríamos explicar también que la gente que tiene ahora 55 o 60 años a lo sumo se retirarían uno o dos meses más tarde.

Otra cuestión a considerar es que alcanzar la edad de jubilación no constituye una obligación de jubilarse. Hay personas que quieren continuar desempeñando algún tipo de trabajo o actividad laboral más allá de la edad legal de retiro, y esto es algo que debería facilitarse.

Desde un punto de vista laboral está más que contrastado que mayores tasas de actividad de las personas mayores, no solo no reducen las tasas de actividad de los jóvenes, sino que incluso las aumentan. El trabajo no es una magnitud fija, no es que existan X millones de puestos de trabajo, y si uno de ellos lo ocupa una persona mayor se lo quita a una persona joven, si no que el trabajo es una variable que se adapta a las condiciones del país, a la productividad de las distintas tareas y edades, a la formación las personas, etc. Pero además es que está demostrado también que las personas que se retiran prematuramente, salvo que su trabajo haya sido un trabajo en condiciones físicas muy exigentes, tienen menor esperanza de vida que aquellas que trabajan más.

Adicionalmente, desde el punto de vista sociológico y psicológico es muy difícil entender que una persona a los 67 años menos un día está trabajando al 100%, y al día siguiente pase de repente al 0%. Hay que permitir que se pueda seguir trabajando después de la edad de retiro de forma voluntaria, y hay que favorecer los sistemas de jubilación gradual para que las personas vayan pasando de un punto de plena actividad a otro sin actividad laboral de una forma suave y gradual también.

Sin ir más lejos, Irlanda tiene una alta tasa de personas trabajando por encima de la edad de jubilación, pero se debe fundamentalmente a que en la mayor parte de los casos no se ve afectada la pensión de jubilación si la gente sigue trabajando. En España, salvo los poco flexibles contratos de jubilación parcial con relevo, las posibilidades de desempeñar algún trabajo sin ver afectada la pensión son exiguas, hasta el punto de que las personas que se encuentran con plenas facultades para hacerlo desisten para no perder su pensión.

Sin duda, se pueden realizar trabajos más vinculados al asesoramiento, al acompañamiento a la gente joven, a la traslación de la experiencia profesional y vital, de forma que sea compatible tanto por las características propias de la persona como por las necesidades del mercado laboral de ocupar este tipo de posiciones que pueden ayudar al desarrollo social.

En España las diversas regulaciones acerca de la edad real de jubilación han conseguido que ésta se acerque ya los 64 años, bastante en consonancia con lo que sucede en nuestro entorno europeo; alguna de estas regulaciones tiene incentivos de carácter conductual en el sentido de que permiten anticipar con un capital único el aumento de pensión que se percibiría por trabajar más años.

Hay que pensar que aproximadamente el aumento de un año en la edad real de jubilación supone una disminución del costo de las pensiones en un 1 % del PIB, por tanto estas medidas son seguramente las que de una forma más suave tienen mayor efecto sobre el gasto en pensiones, y por consiguiente sobre el déficit del sistema de seguridad social, que se espera pueda llegar a ser en la cima del Baby Boom cercano al 4 % del PIB.

Es por ello que comentaba al principio que este aspecto es nuclear en todas las reformas de pensiones que se abordan, y en España obviamente, no estamos exentos de afrontar definitivamente ese debate social.

Diego Valero
Doctor en Economía y Actuario
Profesor IE University
Director Académico del Global Pensions Programme
Presidente de Novaster.
Académico de la National Academy of Social Insurance de EEUU
Consultor e investigador en pensiones, economía del comportamiento e inversiones socialmente responsables.
Miembro de la Junta Directiva del Instituto Español de Analistas.